Entre los humoristas se ha puesto de moda afirmar que estamos cansados de que nos pregunten por los límites del humor . En realidad, no estamos cansados en absoluto, pero cuando una actitud se vuelve tendencia es difícil no seguirla. Así que, cada vez que el tema surge en una conversación, todos hacemos un gesto exagerado de fastidio y fingimos estar aburridos del asunto. Creo que lo hacemos porque no sabemos qué responder, y esta estrategia de simular cansancio nos permite evitar dar una opinión.¿Y saben qué? Todos nos hemos tragado la farsa. Los entrevistadores, por ejemplo, cuando están ante un humorista y desean conocer su opinión sobre los famosos límites, suelen decir cosas como: «Perdona por sacar el socorrido tema, del que ya estarás muy harto». Lo preguntan sonriendo, inseguros, pidiendo a gritos complicidad , fingiendo ellos también hartazgo, y creen que con ese preámbulo tramposo logran evitar el tópico. Tras la pregunta del periodista llega la respuesta del cómico, también fingida. Y así van pasando los días, engañándonos unos a otros, sin saber que todo da igual porque dentro de algunos años estaremos todos muertos .Noticia Relacionada estandar No El humor «ensancha libertades» en la Feria del LibroPues bien, hoy yo, sin que nadie me pregunte, voy a darles mi opinión sobre los límites del humor .Verán, creo firmemente en la existencia de un límite en la comedia, y ese límite no es otro que Johan Sebastian Bach .Les imagino sorprendidos y no les culpo por ello. Todos estamos acostumbrados a creer que los límites tienen que ver con la moral o las leyes, y nos cuesta percatarnos de que el auténtico límite no lo marcan las costumbres o los códigos penales , sino la verdad profunda .Podemos reírnos de Bach como individuo y de sus veinte hijos, uno a uno, por orden alfabético, porque no se trata de una cuestión de respeto personal. Hablo de la imposibilidad de reírse de lo que su música significa.Si un humorista quiere reírse de esa cosa llena de misterio que Bach expresaba en sus composiciones, tiene todo el derecho a intentarlo, pero fracasará en su misión, porque se trata de una imposibilidad física, instalada en el universo junto con sus extrañísimas leyes. Cualquier cómico puede probar mofarse de los conciertos de Brandemburgo , igual que un ingeniero espacial tiene derecho a perder el tiempo diseñando una nave que viaje más rápido que la luz. En ambos casos, sin embargo, su proyecto está condenado a fracasar. La relatividad de Einstein y el enigma de Bach se lo impedirán, parándole los pies y lanzando sus intenciones a la papelera.El humor, como ya saben ustedes, es un detector de mentiras . Observa el comportamiento de los demás, lo mira a través de una preciosa lupa, y empiezan aparecer divertidas contradicciones. Pero si colocamos esa lupa en algo verdadero, solo veremos una verdad ampliada.El límite del humor es la verdad. Existe una pared tras la cual ya no podemos hacer nada, solo contemplar y permanecer humildemente callados.¿Significa eso que debe existir una ley que diga: «Queda terminantemente prohibido reírse de lo que Bach expresaba en sus composiciones»? Por supuesto que no. Es más, animo a los humoristas a que intenten hacer humor con esa deslumbrante verdad, pero les adelanto que no les va a salir nada. No es necesario prohibir lo que resulta imposible , de igual modo que no existe en el código penal una ley que diga: «Queda prohibido no dejarse atraer por la gravedad de la Tierra». Tenemos derecho a intentarlo, pero acabaremos estampados contra el suelo.Yo llevo años haciendo programas humorísticos de radio y he usado a Bach para el humor en centenares de ocasiones. Mi humor siempre es alrededor de él, sobrevolando su música, a distancia, porque cuando he intentado acercarme demasiado he terminado estampado contra el suelo .
Publicado el 25-08-2024 04:11
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