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'La Ilíada' posmoderna

'La Ilíada' posmoderna

«Este, en quien hoy los pedos son sirenas, éste es el culo, en Góngora y en culto, que un bujarrón le conociera apenas», escribía Quevedo a Góngora. Y aquel contestaba que «musa que sopla y no inspira, y sabe que es lo traidor poner los dedos mejor en mi bolsa que en su lira, no es de Apolo, que es mentira». Que si Góngora era homosexual, que si Quevedo, un ignorante. Que el primero narizotas, que el segundo borrachuzo. Las grandes mentes, nuestros intelectuales de referencia, han tenido enfrentamientos, unos mayores que otros, a lo largo de nuestra Historia: Unamuno y Rubén Darío, Lope de Vega y Cervantes, Camus y Sartre, Gertrude Stein y James Joyce, Rimbaud y Verlain. Que el rencor es muy sano y la vida se hace bola. El poeta Jean Lorraine, además de tachar de pestilente el libro 'Los placeres y los días', de Marcel Proust, aireó de modo poco caballeroso su homosexualidad (la de Proust). Y este le retó a duelo, que es como se solucionaban entonces los desencuentros. «Debería haber intentado abrir una lata de sardinas con mi pene. El resultado es extraordinariamente casto, perdona mi franqueza», le escribió Vladimir Nabokov al crítico y escritor Edmund Wilson a propósito de su segunda novela ('Memorias del condado de Hecate'), a lo que él contestaría más tarde, la venganza hay que rumiarla, despreciando 'Lolita'. «Majadero», le gritó Valle-Inclán a Manuel Bueno en medio de una tertulia, en plena efervescencia del desacuerdo. Terminó recibiendo un bastonazo en el brazo izquierdo que acabaría en amputación. Hoy en el mundo de la cultura el enfrentamiento es más prosaico: David Broncano vs Pablo Motos «Nadie es tan necio que admire a Miguel de Cervantes», bramaba Lope de Vega, y hasta se choteaba de su tartamudez. Rafael Alberti se refería a García Lorca como «Federica» ante sus amigos y William Faulkner decía de Ernest Hemingway que jamás había usado una sola palabra que hiciera a alguien buscar un diccionario. Respondía aquel que Faulkner fue bueno, en algún momento que no entonces, pero que eso fue mucho antes del alcohol. Ortega y Gasset decía de Salvador de Madariaga que era tonto en cinco idiomas. Pero eso era ayer (o anteayer). Hoy, en el mundo de la cultura (Elmundodelacultura), el enfrentamiento es más prosaico: David Broncano vs Pablo Motos se disputan el 'prime time' y la cosa está que arde, pero sin llegar a arder. Ya no se enzarzan nuestros intelectuales por defender la honra de una dama o un amigo, ni el talento o la reputación propias. El duelo es a muerte ante el medidor de audiencias y con un ojo puesto en la viralización en redes. Ya no hay ripios cruzados ni maledicentes desprecios. No da el talento para tanto y la corrección política no permite mofarse de las preferencias sexuales o los defectos físicos (hoy Góngora y Quevedo se las habrían visto con Irene Montero). Hemos perdido épica y estética: en lugar de improperios y sopapos hay 'rating' y 'share', no se elige arma y padrino sino canal de televisión; por mosquete, un mando. Ya no se discute porque uno sea 'postromántico' y el otro modernista, ni tenemos un Pablo de Rokha que le escriba a un Neruda todo un libro de críticas y, encima, lo titule 'Neruda y yo'. Andamos escasos de referentes y, a los que tenemos, los hemos elegido regular. Y, claro, las rivalidades ya no son lo que eran.

Publicado el 05-09-2024 14:33

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